Cuenta la leyenda que hace muchos, pero que muchos, minutos
aconteció en un territorio del reino de Aragón, el día que se le dedicó a San
Jorge.
Corría el año 2018 en aquella pequeña y encantadora villa
que recibía el nombre de la Joyosa, cuando 35 caballeros, de no muy grande
estatura, pero si enorme coraje, se disponían a vivir un día de celebración.
-¡No partiremos sin antes almorzar! Gritaron el grupo de
madrugadores.
-¡Estupenda idea!
Contestaron el resto
Ya se sabe, ante un día de sorpresas… mejor que te pille con
la panza bien llena.
Estupefactos se quedaron, en sus buches nunca había entrado
lo que de almuerzo había preparado… ¡Dos dragones horneados!
Y así, patas, dientes y escamas, les valieron para hacerse
riquísimos bocatas.
Listos para cabalgar, los calurosos exclamaron ¡Hace
demasiado calor en la Ribera del Ebro, nos quedaremos a cubierto y haremos
dragones de cuento!
Y así pasaron el resto de la mañana, algunos le ponían mucho
fuego y otros una alas de punta. Sea
como fuere, cada uno fabricó su dragón, alguno fiero, otro inofensivo pero
todos muy fuertes.
Al caer la noche, llegaron a aquella encantadora villa un grupo de titiriteros. Desde su viejo carruaje anunciaban el
comienzo de la función.
Como ya eran viejicos, tenían sus manías, tan raras como
especialicas. No dejaban que cualquiera
fuera su público, y tendrían que cumplir ciertos requisitos.
-¡Sólo puede ver la función, quien haya
almorzado dragón!
-¡Qué gran fortuna la nuestra, y ojalá fueran nuestra cena!
Gritaban los caballeros allí presentes.
Unas sombra de rey gruñón, marcó el comienzo de la
representación.
… Y al final de este cuento, ya no se sabía si querían ser
titiriteros o caballeros…
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